... Y su delicadeza ofendia. ¿Quién va a querer una puta delicada? Claude te pedía incluso que volvieses la cara, cuando se ponia de cuclillas sobre el bidet. ¡Todo mal! Cuando un hombre está ardiendo de pasión, quiere ver las cosas; quiere verlo todo, verlas orinar incluso. Y, aunque es magnifico saber que una mujer tiene inteligencia, la literatura procedente del frío cadáver de una puta es lo último que se debe servir en la cama. Germaine estaba en lo cierto: era ignorante y lasciva, ponía alma y corazón en su trabajo. Era una puta de pies a cabeza... ¡y ésa era su virtud!.

Henry Miller
"Trópico de Cáncer"