Lo que más me costaba era dejar aquella vida. Me gustaba esa vida. Nos trataban como a estrellas de cine peligrosas, teníamos todo sólo con pedirlo, y nuestras mujeres, madres, hijos, todos disfrutábamos de lo que hacíamos. Tenía bolsas de papel llenas de joyas apiladas en la cocina, tenía un azucarero lleno de coca junto a la cama.


Podía tener todo lo que quería con una simple llamada de teléfono. Coches, las llaves de una docena de apartamentos en toda la ciudad, apostar veinte o treinta mil dólares en un fin de semana y luego gastar las ganancias en una semana o pedir prestado para pagar al corredor de apuestas.

No importaba; eso no significaba nada. Cuando no tenía un centavo en el bolsillo iba y robaba más. Controlábamos todo. Untábamos a la bofia, untábamos a abogados, untábamos a los jueces, todo el mundo ponía la mano, y por ese motivo todo podía comprarse. Y ahora todo se acabó.

Eso es lo más duro: que hoy todo es distinto. No hay aliciente. Tengo que esperar como todo el mundo, ni siquiera me mandan comida decente. Nada más llegar aquí pedí spaghettis con salsa marinara y me trajeron macarrones con ketchup. Soy un don nadie: y tengo que vivir el resto de mi vida como un gilipollas.

Ray Liotta
"Uno de los nuestros"