El equipaje que pasará la aduana del tiempo


ya no está, lo guardo efímero,

intangible en este lecho del cuerpo.

Cada vez que tú suspires yo te oiré,

aunque no lo sepa, aunque no lo creas.

Naciste en la construcción de mis mitos,

en la vida misma que seré.

Aunque no bese tus labios,

mis puestas de sol alcohólicas enlazarán

con todos tus amaneceres perdidos.

Las cosas que guardo de ti

ya no existen pero sé dónde encontrarlas.

Son la caricia de ese aire que vendrá,

la reencarnación de cientos de amores

que te serán ajenos, la ilusión

del tiempo desvanecido,

ese pequeño suspiro tuyo y mío

que a cientos de kilómetros coincidirá.

Tal vez te vea en algún cruce fronterizo

o aparezcan esos ojos oscuros iluminando

tu rostro olvidado en una calle de Paris,

o será en la risa perdida, oída por casualidad,

que reconoceré entre las brumas

de los años venideros que viviré.

Has llegado a mi lugar más sagrado

aunque te marches, ya estás

en este olvido forzado,

en las cosas que jamás recuperaré,

aunque cruce cientos de fronteras

y estas aduanas del tiempo me dejen desnudo

bajo la aurora construida

de tu aliento que no volveré a beber.

Jimarino, "Poemas de la lluvia"