Podría haber soñado mil cosas... Ser protagonista de aquel cuento, que mis padres me compraran el maravilloso tutú blanco de la tienda frente a casa de Paula, que mi cumpleaños fuera en verano -aunque solo fuese por una vez- para poder celebrarlo en el campo sobre manteles de cuadros, fumar debajo del agua, ser la mejor en aquel aburrido juego que tanto le gustaba a Carlos, ganar siempre en las apuestas que haciamos en los eternos viajes a la casa del pueblo, tener fotomatones cerca de casa... Pero no, y han pasado ya casi veinte años. Y el sueño continua siendo el mismo. Hoy. Otro dia más. Un par de libros inolvidables, una cocina roja, un baul azul repleto caricias bajo el agua; con los tirones de pelo de mamá olvidados y unas cuantas manias acumuladas... Cajas a un lado, maletas a otro, la puerta dejante de mi cara y las llaves con tu nombre en la mano. Y, de nuevo, dejas atrás todo lo cosechado para seguir creciendo. Y el sueño sigue siendo el mismo. Hasta hoy. Hasta la noche de ayer. Hasta dormir contigo. Sentir tu respirar en mi espalda. Y tu pecho. En la Gloria.

Y el sueño se hará realidad solo cuando estés cerca para poder susurrártelo al oído.